viernes, 13 de mayo de 2016

Encacahuatadas envinadas

El cacahuate (Arachis hypogaea L.), originario de Sudamérica, es una planta anual cuyos frutos contienen semillas muy apreciadas dentro de la gastronomía.

Su nombre en México proviene del náhuatl y significa “cacao de tierra”.

Cacahuates

Usualmente es considerado como una botana, sin embargo contiene una importante cantidad de vitaminas, minerales, proteínas, antioxidantes, fibra, calcio y ácidos grasos benéficos, que deberian ser incluidos en la dieta diaria.

En platillos dentro de la cocina mexicana, así como en ensaladas y como botana, esta sabrosa leguminosa deleita al paladar y contribuye a mejorar nuestra salud, sin olvidar que con ella también se preparan deliciosos postres como galletas, dulces, chocolates, además de obtener su aceite y hasta se incluye en la preparación de salsas que le hacen accesible al paladar en cualquier momento.

Es por esto que aquí le dejo la receta para preparar un rico postrecito con esta deliciosa semilla.


Ingredientes: (20 piezas)

  • 1/2 taza de cacahuate pelado
  • 1/2 taza de cacahuate molido
  • 1/2 taza de leche condensada
  • 2 yemas batidas
  • 1 cucharadita de extracto de vainilla
  • 1 cucharadita de ron
Ingredientes 


Procedimiento:

En una cacerola, mezcla las yemas con la leche condensada, el cacahuate molido y la vainilla.

Cocina a fuego bajo y sin dejar de mover hasta que se vea el fondo del traste.

Yemas y lechera a fuego lento

Añade el ron y cocina 4 minutos sin dejar de mover, hasta que se integre.

Se terminan de mezclar todos los ingredientes


Retira del fuego.

Incorpora los cacahuates enteros y deja enfriar.

Forma bolitas pequeñas y coloca en una charola.

Encacahuatadas listas para disfruta


Listo!!

Una alternativa:

jueves, 12 de mayo de 2016

Orquideas y cacao

En la Ciudad de México tenemos este fin de semana dos opciones para eventos relacionados con plantas útiles: La exposición de orquídeas en el Museo Franz Meyer en el centro, que incluye conferencias, y un festival alrededor del cacao y del chocolate en el Ex-Convento de Culhuacán en el sur.




miércoles, 11 de mayo de 2016

Viaje a la Huasteca Hidalguense (parte 2)

Conociendo la Huasteca

Dejamos atrás Tlanchinol y llegamos a Coacuilco, localidad que pertenece a Huejutla de Reyes (corazón de la Huasteca Hidalguense), donde Don Manuel nos esperaba con unos panes y un café de la región.

Después de platicar un poco, nos llevó a conocer el traspatio de su vecina, quien amablemente nos dejó tomar fotos de las inumerables plantas ornamentales (begonias, azucenas, crisantemos), frutales (naranjos, plátanos, cacao, mangos), y medicinales (albahaca, árnica) que poseía.

El huerto de la vecina de Don Manuel
El sol se hacía presente y el calor aumentaba conforme pasaban las horas, por lo que Don Manuel sugirió que empezáramos la caminata ya que íbamos a recorrer un poco el monte para apreciar los sistemas de cultivo de la región.

Caminando hacia el monte junto a Don Manuel
 La subida se empezó a notar, atrás se quedaba el pueblo, y a las orillas del camino se observaban cafetales (Coffea canephora), potreros, naranjales (Citrus sinensis), cedros (Cedrela odorata) y acahuales. En un punto de la caminata, pudimos observar lo que ya llevábamos recorrido, sin embargo, aún faltaba llegar a la cima de la colina.

Cafetal mezclado con plátanos y cedros
Vista hacia Coacuilco, se puede apreciar los potreros y los árboles muchos de ellos de cafetal
Bebimos agua del manantial, y en el camino pudimos platicar con algunas personas que llevaban leña, café, quelites y pastura para sus animales, mientras los compañeros se sentían cansados por el calor y la subida, la gente se veía fresca y liviana, acostumbrada a la rudeza del clima y del camino.

Entrevistando a una señora que llevaba quelites para su casa
Hombre transportando una carga de café (40 kg aproximadamente) bajo el duro sol de la Huasteca
Por fin, la cima estaba a la vista, y frente a nosotros, el cerro de Loltla se hacía presente, parecía que casi llegábamos a la mitad del recorrido, pero faltaba la bajada, la cual fue aún más difícil que la subida, aun así, la belleza del paisaje nos animaba a seguir. Después de una hora, estábamos en el lecho del río donde nos detuvimos a descansar.

El cerro del Loltla ante nuestros ojos...
El regreso iba a ser paralelo al río, el lugar era más fresco y se podía ver la vegetación de los terrenos, había pimienta (Piper nigrum), mangos (Mangifera indica), aguacates (Persea americana), papatla (Canna indica), sembradíos de maíz y más cafetales. De pronto, el río que en un principio no tenía agua, se había unido a otros más hasta llegar al río principal que venía del cerro de Loltla, así que fue un buen momento para descansar y apreciar la belleza natural de las rocas, y del agua limpia y cristalina donde los peces nadaban tranquilamente.

Junto al río de Loltla
En la orilla del río, crecían poblaciones de colas de caballo (Equisetum sp.), y también se podían observar olmos (Ulmus sp.) y la dureza de sus troncos, porque a pesar de las crecidas del río, han resistido los golpes de las rocas.

Cola de caballo
Olmo
Todos exhaustos y hambrientos, llegamos a la orilla de la carretera, donde después de esperar minutos, abordamos una camionetita que sirve de transporte entre las comunidades. Al llegar a la casa de Don Manuel, la comida ya estaba lista: un rico mole huasteco acompañado de arroz blanco y frijoles nos esperaba en la mesa, un platillo típico de las fiestas de la huasteca, sobra decir que era un manjar digno de celebrar.

Mole huasteco, típico de la región
Una vez terminada la comida, visitamos a unos artesanos que elaboran máscaras con diferentes tipos de árboles, pero principalmente de pemuche (Erythrina). Las máscaras eran una maravilla, había desde las que representaban un venado, hasta las que tenían forma de jaguar, todo elaborado con herramientas rústicas que utilizaban para su fabricación.

Máscara de venado
El día se había pasado muy rápido entre el recorrido y las visitas que se hicieron al huerto y a los artesanos, por lo que antes de irnos de Coacuilco, decidimos ver su plaza principal, donde se podía observar la representación de una coralillo en piedra. Esta figura, representa el nombre del lugar ya que Coacuilco significa serpiente rayada; según cuenta Don Manuel, que hace tiempo se había encontrado un monolito con forma de serpiente, pero con el tiempo se perdió y solo se elaboró la réplica que ahora está en la plaza.

Representación de una serpiente de coralillo
El día había llegado a su fin, así que viajamos hacia Huejutla de Reyes, donde nos quedamos en un hotel cerca de la Plaza de Armas, para al día siguiente poder recorrer el famoso tianguis del lugar que se coloca todos los domingos. Al día siguiente, muy temprano, fuimos directamente al mercado, donde probamos el zacahuil, que es un tamal gigante como para 150 personas, envuelto en hojas de papatla, y elaborado con masa de maíz, pollo y cerdo. Junto con este tamal, probamos el Xojol, que es un tamal dulce, elaborado con masa de maíz y pilón.

Abriendo el zacahuil para vender
Dentro del mercado, también probamos las enchiladas, que son muy diferentes a las que se conocen en el Valle de México, ya que son tortillas remojadas en diferentes tipos de salsa: verde, tomate y chile seco, las cuales tiene un precio sumamente accesible, de tan solo un peso la enchilada.

Comiendo enchiladas huastecas en el pasillo de las enchiladeras del mercado
Después de un buen desayuno, recorrimos el mercado, donde había bastantes productos de la región, calabazas, chiles verdes, chiltepines, flores de pemuche, bules, jícaras, tamarindo, tomate arrugado y tomatillo, nopalitos frescos, frijol, café, camote y yuca cocida, tamalitos de charales, carne fresca y seca, animales, ceras y muchas cosas de atractivos olores, sabores y hasta colores.

Venta de productos frescos
La algarabía de la gente llenaba de ruidos el ambiente, hablaban en español y también en náhuatl, preguntaban precios, hacían sus cuentas y venían si les gustaba para comprarlo, los vendedores ofrecían, te daban una prueba de yuca, te mostraban la mejor gallina o guajolote, y la gente mercaba sus productos para llevarlos a su casa.

Vendedor de ceras naturales y parafina
Preguntando el precio de las esponjas
Había tantas cosas por ver, pero el tiempo era corto, así que tuvimos que irnos decir adiós a Huejutla y dejar atrás la Huasteca para regresar a Texcoco después de siete horas, llevando en nosotros una gran cantidad de experiencias, recuerdos y sobre todo ganas de volver, porque como bien dice Don Manuel, que si pruebas el agua del manantial, es probable que ya no te quieras ir.

Compañeros del Colegio felices de conocer la Huasteca


miércoles, 4 de mayo de 2016

Viaje a la Huasteca Hidalguense (parte 1)

Rumbo a la Huasteca, paisajes de Hidalgo

Era una fría mañana de marzo de esta año, el viento mecía las ramas de los árboles cuando abordamos la unidad que nos llevaría la Huasteca Hidalguense, todos con frío, imaginábamos que el viaje sería un poco peligroso. Para algunos estudiantes de las materias de Botánica Económica y Etnobotánica del Colegio de Postgraduados, el lugar al que iríamos era desconocido, pocas veces habían escuchado del lugar, pero aun así, la emoción de conocer nuevos caminos y paisajes, era tan grande que la alegría se sentía en el vehículo.

Vehículo en el que viajaríamos a la Huasteca
El primer tramo fue un poco largo, salir de Texcoco, tomar la carretera hacia Calpulalpan, seguir de frente, desviarnos hacia Pachuca, para al final tomar la desviación del corredor turístico de la Montaña que nos conducía hacia nuestro primer destino: El bosque del Hiloche en Real del Monte.

Rumbo a Pachuca, al fondo se observa el Acueducto del Padre Tembleque
La vegetación era maravillosa, había una mezcla de majestuosos encinos (Quercus glabrescens, Quercus mexicana, Quercus rugosa), pinos (Pinus patula, Pinus teocote) y Cupressus (Cupressus lusitanica) principalmente.

Encino en el bosque del Hiloche
Árboles de Cupressus
Admirados y con frío, veíamos los efectos del fuerte viento que había ocurrido durante los últimos días y que había afectado varias regiones del centro de México, en el bosque se observaban ramas caídas, troncos tirados y bastante hojarasca aún fresca que cubría el sotobosque.

Ramas de encino tiradas por el viento
La gente del lugar aprovechaba para cortar las ramas que les servirían para prender el fuego, mientras que algunos se preocupaban por los daños ocasionados en algunas casas y vehículos que se habían visto afectados por la caída de los árboles, por lo que debido a la tensión del momento, decidimos seguir nuestro camino.

Señora recogiendo ramitas al lado del vehículo dañado por la caída de un árbol
El siguiente punto a visitar fue la Reserva de la Biosfera de la Barranca de Metztitlán, donde a la orilla de la carretera apreciamos la inmensidad del sitio, laderas cubiertas de matorrales donde se podían ver garambullos floreciendo (Myrtillocactus geometrizans), candelabros (Stenocereus dumortieri), acacias (Acacia spp.), nopales (Opuntia sp.) copales (Bursera spp.) e izotes (Yucca filifera) creciendo.

Vista de la Barranca de Meztitlán, se pueden apreciar los candelabros, izotes, nopales, copales, etc.
Más adelante, visitamos una UMA (Unidad de Manejo Ambiental) llamada El Viejo Cactus, donde se aprovechan las especies de cactáceas que hay en la región, en especial de los llamados viejitos (Cephalocereus senilis), los cuales son reproducidos para su venta y así evitar su depredación.

Encargado de la UMA El viejo cactus dando una explicación del proceso de reproducción
Plantas jóvenes de los cactus llamados viejitos
Al proseguir nuestro camino, el frío había desaparecido completamente y se dejaba sentir el calor agobiante, así que decidimos detenernos en las famosas nieves artesanales Metzt, además de que observamos los productos de la zona como la nuez, la miel, frijol, licores de frutas, conservas, y dulces típicos.

Probando las tradicionales nieves de Metzt
En este punto ya se hacía notar la presencia de la Huasteca, debido a que en los puestos vendían licores de capulines, de jobo (Spondias mombin) y de vainilla (Vanilla planifolia), chiltepines (Capsicum annum) en conserva y miel espesa y obscura.

Venta de licores, conservas, miel, nueces, frijoles y aguacates
La venta de estos productos se lleva a la orilla de la carretera por lo que se pudo observar los terrenos de cultivo  recién labrados y listos para la siembra de maíz o frijol. A su lado, hay enormes nogales que sirven para delimitar las parcelas y poder vender la nuez que se cosecha.

Nogales (Juglans regia) delimitando los terrenos para siembra
Después de refrescarnos un poco, procedimos nuestro camino, y nos paramos brevemente en el pueblo de San Agustín Mezquititlán, donde se observó el tipo de construcción de las casas y el reloj monumental, típico de varios municipios de Hidalgo.

Reloj monumental de San Agustín Mezquititlán
Más adelante, la vegetación había cambiado, aún quedaban algunos huizaches pero la presencia de pinos mostraba que habíamos dejado atrás los matorrales espinosos de Meztitlán y entrabamos a los bosques templados de Zacualtipán.

Pinos, huizaches y nopales
Durante el trayecto, las serranías y paisajes iban cambiando, de los bosques de pino de Zacualtipán, a los bosques mesófilos de montaña que se empezaban a apreciar en Molango. En Ixtlahuaco, apreciamos un poco la vegetación de un potrero, donde había encinos cubiertos de helechos, algunas bromelias (Tillandsia sp.) e incluso una orquídea que parecía ser del género Epidendrum, plantas típicas de los bosques húmedos.

Encino cubierto de helechos y bromelias
Relictos del Bosque mesófilo de montaña en Ixtlahuaco
Como la noche se acercaba, decidimos pernoctar en Tlanchinol, donde cenamos apropiadamente unas quesadillas de pemuche (son flores de Erythrina sp.). A la mañana siguiente, con las primeras luces del sol, se podía apreciar el paisaje de montañas y las hermosas construcciones del lugar.

Hermosa vista de las montañas en Tlanchinol
Con estas bellezas en nuestra cabeza, decidimos proseguimos el viaje con rumbo a la Huasteca Hidalguense que se encontraba justo después de Tlanchinol.

lunes, 2 de mayo de 2016

Las máscaras: breves ejemplos

La palabra máscara viene de la palabra árabe "mashara" que significaba bufón, y depués pasó al español y significa ficción. Se dice también que la palabra se origina del francés masque, o mashera en italiano, o másquera del español. Y del latín no clásico: mascus, masca que siginifica fantasma.

En Mesoamérica, las máscaras existen desde la época prehispánica y las podrás observar en diversos museos del territorio nacional. Aquí dos ejemplos:

En el Museo del Templo Mayor Teopantli en la Ciudad de México:


Máscaras de piedra en el Museo del Templo Mayor Teopantli
El uso de máscaras en la cultura Maya prehispánica se cree fue heredada de la cultura Olmeca, y los Mayas las elaboraban de jade, por ser uno de sus materiales más apreciados que representaba lo bello. Sin embargo, como aunque bello, se quiebra; los mexicas elaboraron máscaras de piedra, madera y cerámica con tal de preservar lo impreservable.

En el México actual, las máscaras se utilizan principalmente en fiestas rituales de diversos pueblos del área rural. A continuación dos ejemplos de localidades donde se utilizan máscaras en danzas:

En Tlaxcala
 
En el Museo Vivo de Artes y Tradiciones Populares de Tlaxcala podrás admirar elaboradas máscaras que representan el rostro del hombre blanco barbado. Estas máscaras las usan acompañadas de un colorido vestuario en los días del carnaval.

La costumbre del carnaval fue traída de Europa por los españoles en el siglo XVII y en las danzas se representa al hombre blanco o catrines, a los guerreros, y franceses, entre otros.

Máscaras de Tlaxcala

Las máscaras permiten a los pobladores "esconder" el rostro durante los días de fiesta, por lo general el día en que celebran al Santo Patrono o Santa Patrona (Católico) del Pueblo. Ese día, el ritual se efectúa principalmente en la calle principal, y va acompañado de bailes y diversas representaciones teatrales.

Igualmente, las usan durante el carnaval. Este festejo tiene su origen en la Roma antigua; pero en época prehispánica, las culturas autóctonas ya hicieron rituales a Tlaloc, dios de la lluvia. A los actuales danzantes de Tlaxcala se les llama huehue, apócope de Coyohuehue, nombre del dios antiguo de la danza, o al danzante mismo.

En diversos pueblos de la región conocida como Las Huastecas

Las Huastecas es una región sin fronteras bien definidas que inclye parte los estados de Hidalgo, Veracruz, Tamaulipas, Puebla, San Luis Potosí y Querétaro. Los seres humanos que habitan esta región, los huastecos, guardan una identidad cultural histórica, que se refleja principalmente en su cosmovisión, comida y bailes, así como en la prosa que cantan los trovadores, y los cuentos y leyendas que se han transmitido a través de generaciones.

En el Día de Todos los Santos o Xantolo, como se conoce en la región de las Huastecas, y que conocemos como Día de Muertos, los hombres danzan, con música de huapango, disfrazados de  viejos o huehues, quienes representan a las almas de los pobladores que ya no viven más en la tierra; y así la tristeza por la partida de sus muertos se convierte en alegría.

Pero ¿Quiénes hacen las máscaras? y ¿De que material las hacen?

En Coacuilco, pueblo del municipio de Huejutla, Hidalgo, en la Sierra Madre Oriental vive una pareja de ancianos que se dedican a la elaboración de estas máscaras. El Sr. Teófanes Hernández Valles es quien las hace y su esposa quien las colorea.

El material que utilizan es la madera de color claro del árbol  que conocemos como colorín
Erythrina coralloides, árbol ornamental nativo de México, E.U. y Centroamérica.

Árbol del colorín con inflorescencia

Ellos elaboran coloridas cabezas de animales, para adornar las paredes como toros, o venados; o bien máscaras con rostro de felinos o con rostro humano masculino o femenino.


Cabeza de toro hecha con madera del árbol colorín


Máscara de jaguar elaborada por el Señor Teófanes
 
Máscaras con rostro masculino

Máscara con rostro femenino

Estas máscaras están en venta y su precio varía como sigue: si no están "pintadas" o coloreadas cuestan 500 pesos y si están coloreadas, cuestan 1000 pesos. Esta pareja de artesanos comercializa su trabajo principalmente en temporadas cercanas al Día de Xantolo (día de muertos) en las localidades cercanas a su pueblo.

Es interesante observar los usos que en esta zona le dan al árbol colorín: por un lado, se consumen las flores en diversos guisos, y la madera la utilizan para este tipo de artesanías. El ser humano hace uso de los medios que le proporciona la naturaleza para su beneficio; y utiliza su imaginación no solamente para obtener alimento, sinó también para crear arte.